viernes, 23 de septiembre de 2011

La paja.

Masturbación. Menores de trece años, abstenerse por favor. No tanto porque no tengáis edad ya de ir conociendo ciertas cosas sobre vuestro cuerpo, sino como porque probablemente todavía no sepáis de qué se va a hablar aquí.

Pito, polla, pene, rabo, cola, cimbrel, cipote, verga, etc... Miles de sustantivos para nombrar ese brazo corto que tenemos los hombres cogando inter-gambas. El miembro viril y sus amigos redondos, es lo que nos diferencia físicamente del sexo opuesto, a veces contrario.

Es nuestro órgano más preciado. Sí, lo es. No hay más que ver qué es lo que se protegen los futbolistas al ponerse en la barrera del lanzamiento de una falta. El cerebro tiene una concha protectora, pero por desgracia, nosotros perdimos las púas del pene en la evolución. Que no era plan andar pinchando 30 balones en cada partido.


Volviendo al tema que me ocupa, hasta aproximadamente los 13 años, usamos el pene para lo que creemos que sirve: MEAR. No reparábamos en que, en ocasiones hasta esa fecha, adquiría cierta rigidez que no nos dejaba cerrar la cremallera. O al menos, no le dábamos importancia.


Eso cambia en el momento en el que notamos una sensación agradable al "acariciarlo". Hasta entonces, agradable era comerse un bocata de Nocilla, o Nutella en vuestro caso, niños de hoy. Movidos por la curiosidad, seguimos acariciando, cada vez más rápidamente, aprendiendo a establecer una cadencia adecuada.



Estáis perdidos. Porque a no ser que una visita inoportuna detenga ese proceso, que habitualmente tiene lugar en el quirófano casero, también llamado WC, en compañía del que a partir de ese día será vuestro mejor amigo (ROCA, en el 90% de los casos), ya no hay marcha atrás. O si la habrá cuando la paja sea en compañía, pero ya no será ni paja, ni es recomendable la marcha atrás, por los riesgos que comporta.



Niños, después de la primera pajilla, seguiréis siendo niños, pero os espera muuucho tiempo de masturbación impenitente. El mejor antidepresivo que existe, pero no lo receta la Seguridad Social. Simplemente porque hay mucho tabú a su alrededor. Demos gracias a Torrente por haber socializado la paja.

En definitiva, no temáis al despertar de la paja. Es algo natural, y que os acompañará el resto de vuestra vida.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Crítica DVD: Entre copas (Sideways)



Gran película esta joyita de “Sideways”, conocida entre nosotros con el título de “Entre copas” (cuando literalmente se traduciría del inglés como “Caminos secundarios”, que se podría tomar como una alusión a las vivencias de sus protagonistas, maestros de la indefinición de sus vidas).

Firmada por Alexander Payne y bien interpretada por un magnífico reparto, “Entre copas” es una muestra de que en Estados Unidos hay un cine independiente de calidad. Con un guión sólido como una roca (Oscar al mejor guión adaptado) nos introduce en el mundo del vino y los viñedos de California de la mano de dos amigos cuarentones. Es más, incluso se echa de menos tener una buena copa de vino para disfrutar de esta película en toda regla, ya que de tanto visitar bodegas para degustar buenos caldos, nos llega a entrar sed.


Estos dos amigos son Miles (Paul Giamatti), un divorciado desde hace dos años que todavía no ha conseguido superar su desengaño amoroso, y Jack (Thomas Haden Church), trasnochado actor de anuncios televisivos y culebrones de cadenas locales.
Desde que se conocieron en la universidad son inseparables y por ello, con motivo de la boda de Jack, se embarcan en una despedida de soltero de una semana, catando como si de expertos enólogos se tratase, los vinos de las mejores bodegas de California.
Éste es el plan inicial de Miles, consumado especialista en vinos al que le gustaría poder llevar a cabo su sueño: ver publicada alguna de las novelas que escribe en sus ratos libres. Pero Jack ve esta despedida como su último tren de libertad antes de casarse, por lo que su objetivo no es otro que echar todas las canas al aire que pueda, dándole igual si el vino es un gran reserva o un vino de caja de cartón.

A primera vista puede parecer que son tan distintos el uno del otro que no nos llegamos a explicar cómo pueden ser amigos. Uno superficial, cabeza loca e infantil; el otro deprimido, derrotado y que no se resigna a su soledad. Pero los dos tienen algo en común: se encuentran en ese tramo de la vida en el que se ha vivido más de lo que queda por vivir y se hace balance de las experiencias acumuladas hasta ese momento.

Es en esos siete días cuando todos estos aspectos de su carácter salen a relucir, tanto para lo bueno como lo malo. Conocerá Miles a su posible nuevo amor, Maya (Virginia Madsen). Por su parte, Jack iniciará una aventura con una amiga de Maya, Stephanie (Sandra Oh). Ambas son camareras, por lo que el vínculo etílico vuelve a hacer su aparición. A través de sus citas seguimos paladeando caldos exclusivos como el Pinot, descubriendo miles de matices del vino que encuentran en esta película paralelismos con la vida real.

Jack promete a Stephanie el oro y el moro, insuflándole unas esperanzas que luego son rotas. Esto tiene sus propias consecuencias en la relación de Miles con Maya, nada agradables. Pero Jack, lejos de sentar la cabeza, opta por seguir sus correrías, dando lugar a situaciones muy cómicas, con un punto de dramatismo.


Paul Giamatti , un gran actor que en esta película, sencillamente lo borda (pocas veces un actor transmite tantas emociones sin decir absolutamente nada) consigue que su personaje nos refleje toda su frustración; una cara, una mirada le basta para llenar toda la pantalla de su humanidad, pesimista y resignada.
Pasa de ser el eterno secundario de películas tan distintas como “La boda de mi mejor amigo” y el remake de “El planeta de los simios” al papel estelar de “Entre copas”. De hecho, hasta el mismísimo George Clooney se empeñó en protagonizarla, encontrandose con la oposición frontal de Alexander Payne, que tenía a Giamatti como apuesta personal.

El resto del reparto no desentona para nada (inmenso Thomas Haden Church), aunque la película no sería lo mismo sin el toque femenino de Sandra Oh y Virginia Madsen, especialmente esta última, que ya ha visto recompensado su trabajo con una nominación al Oscar y un Independent Spirit Award a la Mejor Actriz de Reparto.

En resumen, estamos ante una grandísima película. Todos los cinéfilos tenemos que tener reservado un lugar en la estantería para “Entre copas”. No os arrepentiréis.

Cinefagia

Muy buenas de nuevo. Otra de mis pasiones es el cine. De cuando en cuando me entra el bicho cinéfilo y devoro películas, destripándolas. Voy a aprovechar el trabajo que hice hace algunos años, dando mi punto de vista sobre algunas películas que creo que merecen la pena. Ya iré generando críticas nuevas, si la economía me lo permite.

Besos, guapas.

El gimnasio. The gym, ou yeah!!

Septiembre. Mes oficial de encaramamiento a la báscula. Más baskularis que nunca.
Ese pie, tembloroso, miedica. Duda si subir el mini-escalón maldito que separa la felicidad terracera estival, de la cruda realidad de la vuelta a la rutina.
Venga, vamos arriba Jose. No será para tanto. Artefacto de destrucción masiva de amores propios, da tu veredicto. Parpadeas, cabrón. Ni que fueras Hitchcock. Momento empático donde los haya, ¿verdad? (empatía puede definirse como capacidad de ponerse en el lugar del prójimo, para que no haya que consultar la wikipedia) Miro hacia abajo. El resultado no es una cifra. Es un objetivo; "hostia, 4 kg más. LOS TENGO QUE BAJAR".



Tengo una meta en la vida. Reducir barriga. Gracias báscula. Te amo. Por ahora. Como buen ingeniero, tengo que estudiar la situación y plantear alternativas posibles:
  1. Comer menos. O lo que viene a llamarse, hacer dieta. No way.
  2. Liposucción. O que te metan una aspiradora por el sobaco para eliminar la grasa. No hace falta decir que no contemplo esta opción.
  3. Cambiar el canon de belleza imperante. Tú eres tonto si crees que vas a poder hacer éso.
  4. Sudarlos en el gimnasio. Chico, no es que te seduzca la idea, pero no hay más. A mover el pandero.
Una vez apuntado, equipado y preparado psicológicamente para el desafío barriguil, entro en el gimnasio. Lo que veo allí en mi primera visita, me deja patidifuso. ¡¡Cooooooñoooooo, si aquí hay más tribus urbanas que en Detroit!!


De un vistazo identifico las siguientes especies de Homo Gimnasiensis:

  • El narciso: Dícese de aquel Homo Gimnasiensis que pasa más tiempo admirándose sin pudor, que realmente trabajando su cuerpo.
  • El faro: Curioso especímen, que en verano evoluciona cual Pokemon, ampliando su radio de acción a los arbustos de las playas nudistas.
  • El Plácido domingo: Suelen ser los homos con la musculatura más desarrollada, hasta cotas muy discutibles, rozando la vigorexia. Podríamos pensar que ésa es su cualidad diferenciadora. Error. Lo que les hace especiales es el atronador vibrato que sale de sus gargantas al levantar el peso equivalente a tres elefantes.
  • El paseante: Aquel que pasa una hora en el gimnasio andando de aquí para allá, pero no se decide a hacer nada en especial. Se está caliente, no llueve y hay chicas guapas. Qué más quiere.
  • El buenorro/buenorra: Años de gimnasio y pilates no se pueden desperdiciar llevando ropa holgada. Hay que marcar hasta los pezones, como si llevaran puestas las largas.
Hay varias especies más de Homo Gimnasiensis, pero se haría muy largo de enumerar. Con un primer vistazo ya me sirve. Miro mi barriga. Amiguita, vamos a llevarnos bien, que creo que es el inicio de una laaarga amistad.


viernes, 2 de septiembre de 2011

La risa puta.

Qué mejor manera de estrenarse en este espacio de internet, que con un rasgo característico de uno mismo.

Básicamente, somos todos iguales; blancos, negros, amarillos o azules como los pitufos. Todos tenemos los mismos órganos repartidos por el cuerpo, a no ser que algún contratiempo haya variado este hecho. Es obvio que hay gente que los tiene colocados de mejor manera que la media. Los llamamos "guapos". He ahí su rasgo característico. Por donde va, es GUAPO. Hala, etiquetado. Fulanito el guapo.

Luego tenemos otro grupo de personas que no han tenido tanta suerte y los órganos les han quedado de esa manera. Cumplen con su función, pero sin más. Y estéticamente.... pues eso, que cumplen su función sin más. Para qué vamos a hacer sangre. Los llamamos "feos". Por donde va, es FEO. Hala, etiquetado. Y de oferta, señora.

Por último está el grupo más numeroso. El de los llamados "ni fu, ni fa". Ni guapo, ni feo. "Normal". "Del montón". Los órganos están colocados con el suficiente criterio para salvar el estatus de FEO, pero no llega ni de lejos al estatus de GUAPO. Por dónde va, es INVISIBLE. Y no tiene ni etiqueta, porque nadie se fija en él.

Es aquí donde, para poder hacerse visible en un mundo que vive de la apariencia física, hay que tener algún don diferenciador. Algunos son buenos deportistas y hacen fortuna con ello y aparecen en todos los medios. Otros tienen cerebros privilegiados y se dedican a explotarlos con mayor o menor fortuna. Y luego estamos los que dentro del "ni fu, ni fa", somos la coma. La mitad de la mediocridad. La media de la media. ¿Qué nos queda? Intentar destacar en algo.

En mi caso, ese algo es un apelativo que dedicaron a mi risa. Es la risa "puta". Mi cerebro suele ir por libre y tiene una capacidad innata de imaginar situaciones absurdas y de tomar el pelo a la gente. Muchas veces consigo retenerlo. Después de 32 años he conseguido domarlo y que no salgan por mi boca palabras de las que más tarde tener que arrepentirme. Pero mi cerebro se ha buscado un recurso contra su castración. Y es que cuando me río con la "e", la gente que me conoce cambia su expresión y pasa a una más circunspecta. La risa puta.

Menos mal que me quieren. O eso me dicen.