Un momento de gloria, especialmente agradable. Ésa es toda nuestra aportación fisiológica a la perpetuación de la especie. Ellas son las que proporcionan alimento y oxígeno a la nueva vida que crece en su interior. Y así, durante nueve maravillosos e interminables meses.
Al final de ese periodo, el resultado es el que todos conocemos. Una criatura sale al mundo real, empapada en fluidos de todo tipo. Sólo le sigue uniendo al mejor sitio que habrá conocido jamás, una pequeña cuerda:
Cortar físicamente el cordón umbilical es muy fácil. Otro cantar es cortarlo emocionalmente. Porque según vamos creciendo, nos alejamos paulatinamente del útero materno, buscando desesperadamente otro útero con un código genético diferente. Eso para machotes heterosexuales. En el caso de vosotras, amigas, buscáis alguien que os dé otro tipo de cosas. Pero al fin y al cabo, el resultado es el mismo.
Hay un momento en la vida, en el que tenemos que ser nosotros mismos quienes cortemos el cordón umbilical. Algo a lo que toda madre se resiste, lo admita o no. ¿Lo habéis conseguido?
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